lunes, 27 de diciembre de 2010

Malasia

Para ser sincero, nunca en mi vida me había interesado lo más mínimo por Malasia. Las Petronas y una carrera de fórmula 1 de las que no se ve porque siempre cae de madrugada es todo lo que sabía de este país. Honestamente, ni siquiera era capaz de situarlo en un mapa… Tenía la peregrina idea de que Malasia era una isla (!). Era uno de esos países que están porque tienen que estar. Ésos a los que uno jamás piensa que pueda llegar a ir… en la lista con Ecuador, Benín, Bielorrusia, Tajikistán u otros muchos más. Seguro que son lugares fascinantes, pero jamás llamaron mi atención.

A Malasia vinimos “obligados”. Cuando planificamos este viaje descubrimos que teníamos un problema para cuadrar todos los visados que sólo se podía solucionar saliendo de Tailandia en avión a un país que no solicitase visado para entrar. Y el vuelo más económico que cumpliese las condiciones iba de Phuket a Kuala Lumpur. De nuevo, pensando en aquello de “ya que andamos por aquí…”, decidimos quedarnos un tiempito por Malasia. Visitamos (obviamente) Kuala Lumpur, Melaca, al sur, y Georgetown, en la isla de Penang, al norte del país.

¿Cómo es Malasia? La verdad es que no es fácil responder a esta pregunta. Malasia tiene influencias de todos lados. Por aquí estuvieron los chinos, los indonesios, los tailandeses, los portugueses, los holandeses y los ingleses. Para completar el cóctel, la religión “oficial” del país es la musulmana. Cada uno ha dejado lo suyo, dando lugar a una hermosa y fascinante mezcla que se puede observar en todos los niveles. Se puede estar visitando una pagoda mientras se escuchan los cantos del minarete de la mezquita que está 20 metros más abajo en la calle. Hay lugares en los que a uno le parece estar paseando por una calle de Almendralejo con altares budistas en la puerta de cada casa… Puedes estar cenando un plato indio rodeado de chinos y un plato chino rodeado de musulmanes. Y, desde luego, no es posible describir al “malayo tipo”… hay indios, chinos y moros y todas las combinaciones posibles entre ellos.

Kuala Lumpur es una ciudad espectacular. No esperaba encontrarme un lugar tan avanzado, dada su situación geográfica. Para mi grata sorpresa, tiene una fantástica red de transportes, tanto urbanos como entre las ciudades. No demasiado sucia (que no es poco para el Sudeste Asiático), dinámica, con mucha mucha vida. Uno siente un poco de orden dentro del caos que parece reinar sobre todo en esta parte del planeta, así que al visitante le es todo más fácil. Esta ciudad parece haber encontrado la manera de integrar no sólo a razas muy distintas (que tomen nota muchos países de qué es integración real) sino un pasado muy rico con un futuro que parece engullirlo todo. En cierto modo, por su capacidad de hacerle a uno sentir bien en medio del desconcierto, Kuala Lumpur podría pasar por una ciudad latina… y creo que eso hay que agradecérselo a los moros.

Melaca y Georgetown son otro tema. Ciudades históricas,mucho más pequeñas, muy distintas entre sí. Melaca ha quedado como una ciudad museo, repleta de casas coloniales europeas y un estupendo mejunje de religiones, olores y sabores. No pudimos disfrutarla como nos hubiese gustado, ya que es la ciudad predilecta de las gentes de Singapur (¿cómo es el gentilicio de Singapur?) para pasar el fin de semana y nosotros llegamos allí un viernes. Y moverse entre una masa de asiáticos no es, digámoslo así, llevadero… En Georgetown se empieza a notar más la influencia tailandesa y todo empieza a ser menos agradable, menos cuidado y menos limpio.

Lo poquito que he conocido de este país me ha dejado con ganas de más. Aseguran que tiene un patrimonio natural espectacular y unas playas fantásticas. Por desgracia, no nos podemos quedar. Hay mucho todavía por recorrer, nos espera Bangkok y después Camboya, Vietnam, Laos... En cualquier caso, este poquito que he conocido me ha servido para romper una listita que tenía y pensar que, por qué no, quizá pase las Navidades que viene en Quito.

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