martes, 12 de octubre de 2010

Next stop, Nelson

Nos marchamos de Melbourne. Mañana mismo. Nos vamos a Nelson, una pequeña ciudad al norte de la Isla Sur de Nueva Zelanda, la más soleada y donde dicen están las mejores playas de ese país, a pasar el verano. Como acostumbramos a hacerlo todo un poco complicado, vamos a tardar 3 semanas en llegar. Hemos alquilado un coche (que por cosas del destino, generoso, ha resultado ser un cochazo). Pretendemos recorrer lo más posible antes de irnos de Australia. Después, una semanita en Vanuatu, que ya se sabe que viajar es muy cansado.
Voy a intentar llevar un diario de viaje que llegado el momento compartiré con todos vosotros. Siento todos los mails que me dejo por responder y las conversaciones pendientes, en cuanto tenga una conexión medio estable comenzaré a ponerme al día, prometido.
Hasta entonces, quien quiera algo de mí que le pregunte al viento. Bueno, o que me llame al móvil pero eso ya os aseguro que sale caro.
Muchos abrazos y besos, ¡que cada uno se sirva de lo que guste! ¡Os pienso mucho!
Nos leemos pronto

martes, 5 de octubre de 2010

De tiempos y distancias y otras reflexiones

No es fácil escribir lo que quiero escribir. Son muchos sentimientos que se me amontonan en el coco y pelean por salir. Son muchas ideas, que se cruzan, que vienen y van, distintas pero que significan lo mismo… Llevo días intentando encontrar la manera de darles cuerpo y no la he encontrado. Así que he decidido que esta entrada del blog va a ser la expresión escrita de estas ideas según se vayan escurriendo por mi mente. Para eso es mi blog y para eso pongo yo aquí las reglas. Aquel visitante que busque orden o lógica en lo que viene a continuación puede abstenerse de continuar leyendo. He aquí una pequeña muestra de cómo funciona mi cerebro y debo prevenir de que puede resultar dañino para la salud (me obliga mi juramento hipocrático como farmacéutico).


Estas reflexiones a las que me refiero comenzaron el pasado 1 de octubre. En esa fecha, mi sobrina Andrea cumplió 3 años. Sólo aquéllos que sean tíos y no sean padres podrán comprender el dolor que sentí por no poder estar a su lado ese día para verla feliz, con su sonrisa, medio tímida medio pícara, soplando sus velas con la ayuda de su madre. Sólo los tíos podrán comprender la aparente ilógica del infinito amor que se le tiene a un sobrino. Hace unos días mi hermana Mercedes y mis sobrinos Andrea y Diego se sentaron delante de la webcam para charlar un rato conmigo. Bueno, en realidad charlábamos mi hermana y yo. Diego estaba muy concentrado en algún punto al lado de la pantalla y Andrea me miraba, reconociéndome, sin dignarse a compartir una palabra de ese increíble lenguaje propio que ha elaborado. Igualmente, unos días antes pude ver a mi sobrina Beatriz mientras hablaba con mi hermana Isabel. Y el pasado domingo, charlando con Edu y Gracia, veía a Olivia, a la que sólo los genes impiden ser mi sobrina. Estos cuatro pequeños seres, estas pequeñas personas, me hacen darme cuenta de lo lejos que estoy realmente. De lo lejos y de todo lo que me estoy perdiendo. Cuando Gracia me enseñaba, naturalmente orgullosa, que Olivia era capaz de mantenerse de pie sola… cuando Andrea asentía con una sonrisa mientras su madre (naturalmente orgullosa también) me contaba lo bien que le va en sus primeros días de cole… cuando Beatriz sonreía pensativa… cuando Diego… bueno, Diego estaba muy concentrado en algún punto al lado de la pantalla… Cuando me doy cuenta de que esos alienígenas que se llaman bebés se están haciendo personas y yo sólo puedo disfrutarlos unos minutos por la webcam… duele. Se me escapa su tiempo por estar tan lejos.


Al recordar el nacimiento de Andrea vino a mis recuerdos, inevitablemente, el fantástico viaje a París que hice con mi padre para conocerla. Habíamos sacado mi coche del concesionario el mismo día que nació mi sobrina, así que teníamos una excusa perfecta para hacer un Madrid-París de rodaje del motor, a 90 km/h. Ese viaje está grabado en mi corazón para siempre. 15 horas en un coche, mi padre y yo. Compartiendo todas nuestras rarezas y manías respectivas, que no son pocas. Charlando de nada y de todo al mismo tiempo. Viéndole echando una cabezada, a mi lado. Los ratos que estábamos callados. Sus palmadas en el hombro, que sé que no se las da a casi nadie. Nuestras tonterías, como dice él. Tampoco es fácil explicar todo lo que amo a mi padre. Y a mi madre. A mi madre, mi infinita madre. Los ojos de mi madre, cansados y felices. Mi madre. Con ambos, personas excepcionales con un amor excepcional, hablo cada domingo, un ratito. Les veo cada semana, ahí, del otro lado de la pantalla. Ellos, al revés que mis sobrinos, me hacen darme cuenta de que en realidad nada ha cambiado. Que el tiempo, en realidad, para ellos no pasa. Ellos hacen que me sienta en casa por un ratito, me hacen sentirme cerca, y con ello, al igual que mis sobrinos, me hacen darme cuenta de lo lejos que estoy.


Cuando leo un mail de David, de Javi, de Carlos mi amigo, de Carlos mi hermano, de Edu, de Nacho, de Momo… los mensajes de Diogo o de Pablo en gmail que nunca respondo, los comentarios en mis fotos del Facebook de Tati, de Fer, de todas esas personas que se acuerdan de mí… por un rato me veo a su lado, compartiendo una cerveza, unas risas o una mesa de despacho. Y de nuevo me siento allí, de donde me fui. Y siento una inmensa felicidad de haberme cruzado con personas hermosas, fantásticas, buenas, y de poder tenerlas en mi vida, porque en realidad el tiempo no ha pasado ni pasará en estas relaciones, por mucho que estemos sin vernos, sin escucharnos o sin leernos. Y me invade una sensación inmensamente placentera. Y a la vez me provoca un pinchazo aquí dentro, porque una vez más su cercanía me revela que estoy lejos, demasiado lejos…


Lo que estoy tratando de explicar, en realidad, es que os siento muy cerca estando lejos. Pero que cuanto más cerca estoy más lejos me siento y más me duele. Lo que quiero decir, en realidad, es que estar tan lejos me hace sentiros cerca. Que me estoy dando cuenta de que todo cambia sin cambiar y que el tiempo pasa sin pasar.

Lo que vengo a querer expresar, en resumen, es que os quiero muchísimo y que puede que necesitara venirme tan lejos para sentiros mucho más cerca.
Aunque sea por un tiempo.