En el año 2006, uno de esos rankings con los que uno nunca está de acuerdo determinó que el país más feliz de nuestro planeta era Vanuatu. En esos rankings también se lee que el lugar donde mejor se vive es Noruega y cosas por el estilo. Me gustaría que los ilustrados que llevan a cabo estos estudios se pasaran 5 meses al año con 2 horas de sol diarias...
No sé si el más feliz, pero lo que sí tiene pinta es de que Vanuatu es el resultado de un club de colegas que se juntaron y decidieron hacer un país. Quedaron una buena tarde, pidieron unas pizzas, se pusieron ahí con sus lápices de colores hasta que encontraron una bandera pintona y un nombre que resultase llamativo.
Si uno visita la página web del gobierno de Vanuatu puede encontrar sin mayor problema, entre otras muchas y curiosas cosas, el teléfono del presidente del gobierno o las tarifas para pasar oficialmente allí un retiro dorado en medio de la nada. Lo que uno no va a encontrar, casi con total seguridad, es lo que necesita saber. No desprenden precisamente seriedad las instituciones de este país, y tampoco sus representantes. Ya me habían prevenido de que el teléfono del cónsul de Vanuatu en Sydney (William Longwah, para quien le interese) era también el teléfono de su casa. Me dijeron que no esperara que me respondieran " Hola, Consulado de Vanuatu", sino sólo "Hola" y que era probable que el Sr Cónsul estuviese con sus quehaceres por ahí cuando llamase.
Efectivamente, fue un "Hola" con lo que respondió al teléfono una voz de anciano, que resultó ser la del Sr Longwah en persona. Cuando le dije que tenía unas consultas sobre Vanuatu respondió "es domingo" en ese tono que uno utiliza cuando te llaman para tomar unas cervezas y tú estás ahí en pijama a las 3 de la tarde viendo Corazón Corazón en la tele... "Es domingo", repitió, "pero bueno qué quiere". "Quiero saber si un ciudadano de San Marino necesita un visado para entrar en Vanuatu". "¿Somalia?". "No, San Marino". "¿Somalia?". "No, San Marino, es un país en medio de Italia". "¿No es Somalia?" "No" "¿Pero es Italia?". "No, es un país independiente". "Pues digo yo que sí... mándame por correo urgente una foto, fotocopia del pasaporte y 50 dolares y en dos días tienes tu visado". Mientras me explicaba esto con voz cansada y ya un poquito irritado, un perro comenzó a ladrar cerca del Sr Longwah. Supongo, por la agudez de sus ladridos, que se trataba de uno de esos odiosos perros-rata que uno quiere lanzar a Mercurio de una patada. En ese instante me imaginé al Honorable Sr Cónsul de pie al lado de una mesa baja con uno de esos teléfonos viejos de madera y oro tan elegantes, con su bata brillante consular desabrochada, en calcetines, preparándose para dar un paseo a su perro lanudo minúsculo consular (con lacito entre las orejas, desde luego) y su consular esposa en la puerta con los brazos cruzados con cara de otraveztrabajandoenfindesemanaestehombreacabaconmigo y decidí que no debía jugar con su paciencia... Tras agradecer su consular accesibilidad, colgué.
Espero que el Sr Longwah sea un poco más serio de lo que parece su país, que cumpla su palabra y que en un par de días Paula tenga su visado. Porque en un mes nos vamos para Vanuatu una semanita. Que no sé si será el país más feliz del mundo. Pero yo, la verdad, es que gracias a ellos estoy la mar de contento.
Hermano, me encanta tu blog.
ResponderEliminarNunca he estado en Vanuatu, pero no es un lugar totalmente desconocido para mi.
Cuando trabajaba en la Cátedra UNESCO en la URJC, Enrique tenía proyectos ambientales allí y contaba maravillas de las pequeñas islas de Vanuatu. Mi mesa en la Cátedra estaba debajo de un poster que él había traido y que representaba una leyenda muy popular de las islas. Tenía pintados dos delfines, que en realidad eran príncipes, rodeados de miles de peces de colores. "Tales of Vanuatu", decía abajo. Por las historias que contaba Enrique y por el poster que me distraía de mi trabajo y me hacía viajar a los mares del Sur, mi contraseña de e-mail y de muchas otras cosas fue durante años "Vanuatu".
Hace no mucho, a través de un proyecto de colaboración que tenemos con el secretariado de la South Pacific Community, he conocido algún vanuatés (???) que ha sentido la inexplicable necesidad de salir de su país y embarcarse en proyectos internacionales. Como Vanuatu siempre ha estado para mi más cerca del mundo imaginado que del real, aún me cuesta creer que esas personas vengan de donde dicen venir.
Tendrás que ir allí para contarme si de verdad existe. El hecho de os pidan visa no prueba nada, todavía.