lunes, 13 de septiembre de 2010

Otro duro día en la oficina

Escribo estas letras desde la biblioteca de Melbourne, a donde vengo cada tarde desde la semana pasada después de salir de mi nuevo trabajo como restaurador en una cadena de comida rápida llamada "In a rush"...
A la espera de conseguir un trabajo como Dios manda y mientras me decido a abandonar este país, ando haciendo un dinerito. Entre mi trabajo en este sitio y mis noches como camarero-estafador en el Colmao me saco casi el doble del sueldo que tenía en Madrid como científico, trabajando menos horas. Así está el mundo, así está España.
El establecimiento en el que trabajo está cerca de un núcleo financiero, por lo que realmente sólo hay un rato medio agobiado durante todo el día, entre las doce y las dos del mediodía. Durante ese par de horas un montón de ejecutivos agresivos estresados, en mangas de camisa y con cara de urgencia escatológica vienen a recoger su sopita para llevar para tomársela delante del ordenador donde sin duda andan resolviendo los problemas mundiales. Durante el resto del día puedo hacer lo que me da la gana en mi oficina.
Mi oficina-cocina-laboratorio, de unos 3 m2, consta de una nevera enorme, un horno, un microondas y una pila. Allí preparo muffins, sandwiches y ensaladas para lo mejorcito de la sociedad australiana. Pobre gente, si supiera que soy yo el que prepara esos platos con esos nombres tan bonitos... Walnut-avocado salad, pumpkin and roquette in ricotta sauce... Lo hago todo a mi ritmo, como me da la gana, nadie me pide explicaciones, así que no me puedo quejar.
Mi compañera de trabajo responde al nombre de Bromwin y es neozelandesa. Puede tener 20 años igual que podría tener 30. Me recuerda a estas holandesas grandes que se ponen muy rojas en cuanto hacen cualquier cosa. Y una de dos, o lo ha visto ya todo en la vida, o carece de cualquier interés por lo que pueda suceder en el planeta tierra. Me pregunto a cuántos españoles habrá conocido para no haberme hecho ni siquiera una pregunta sobre mi país. He desistido de tener una conversación con ella tras percatarme de que sólo es capaz de responder dos cosas: "not really" y "why not". Me pareció que el otro día sonreía, pero no estoy muy seguro. Lleva dos meses en Melbourne y dos meses trabajando en ese sitio. La insondable y atemporal Bromwin parece ser una persona bastante plana...
El manager del restaurante es de Miami. Y éste por lo visto no es un dato cualquiera, ya que se lo repite a todo el que se le acerca. Porque aunque es mulato y habla español con un perfecto acento cubano, él es de Miami. Álex, que así se llama, es un tipo muy gracioso. Pasa la mayor parte del tiempo contándome todas las "nenas" (como las llama él, el último romántico) con las que ha estado en su vida. Como ya he dicho, me deja hacer lo que me viene en gana. Además, el hasta ahora único consejo que me ha dado para mi trabajo es que robe todo lo que pueda. Me ha confesado que en su casa todos comen de lo que él se lleva del trabajo. Como soy una persona obediente, cada día lleno mi despensa con lo que me cabe en la mochila... me pregunto si tendré tiempo de comerme todo lo que me estoy llevando. Álex es el encargado de elegir la música que se pone en nuestro restaurante, y resulta que es un gran amante de la música house. Así que me paso el día cocinando con obras de música electrónica de letras fascinantes repetidas una y otra vez que, oh, imaginación al poder, se corresponden con el título de la canción. Son pura poesía: "Don't leave me but don't love me", "Between 17 and 21 you are having fun" y la que sin duda es mi favorita, la intrigante "Touch me in the morning"...
No es raro que al salir de mi cuevita-cocina para echar una mano sirviendo sopas me encuentre a Alex marcándose unos pasos de baile con la caja resgistradora y a Bromwin al lado, apoyada en una columna, impasible y colorada, con la mirada perdida en los expositores de bollería. "Me paso el día decidiendo qué es lo próximo que me voy a comer", me confió esta mañana en un alarde de locuacidad inusitada...
En fin, que mientras veo hacia dónde doy mi próximo paso y me sale algo de lo que ando pidiendo esto es lo que he encontrado para pasar el rato. Debo confesar que no me desagrada en absoluto y si me sirve para hacer unos ahorrillos, que diría mi abuela, pues tanto mejor. Además, con este trabajo he descubierto el inmenso placer que es salir por la puerta del trabajo y no llevarse absolutamente ningún problema a casa. Lástima que por aquí dentro tenga ganas de hacer otras cosas... Pero vamos, no me puedo quejar, esto es mucho mejor que pasarse las horas en casa mirando la pared, eso sí, siempre que no me descubra a mí mismo mirando el expositor de bollería.
(Prometo intentar adjuntar fotos de todo lo que hablo en un futuro próximo... Prometo intentar... qué bueno eso, me gusta)

2 comentarios:

  1. Si hace un año, cuando te proponías seriamente acabar tu tesis e irte del departamento, te cuentan que ibas a acabar haciendo estas cosas, no te lo hubieras creído.
    Estoy convencida de que esto es una buena experiencia, no la desaproveches.
    Y cuéntanos hacía donde se encamina el siguiente paso cuando empieces a tener ideas.
    Besos
    Titi

    ResponderEliminar
  2. Menuda fauna te rodea, amigo. Y me gusta el consejo de tu amigo cubano, aunque sólo sea porque así te ahorras un pico en condumio, que diría don Pantuflo Zapatilla.

    Respecto a la psicología de la neozelandesa, me deja sin aliento. Semejante prodigio de extroversión no tardará pronto en conocer quien beba los vientos por ella (no me refería a vos, lógicamente). Quién sabe, igual dentro de poco el cubano le da una alegría y vuestro restaurante se convierte en un lugar lleno de armonía cósmica, para deleite de los ejecutivos australianos.

    Un gran abrazo,
    Nacho.

    ResponderEliminar